Coaching para todos

miércoles, 29 de junio de 2016

El arte de bendecir

“Al Despertar, bendecid vuestra jornada, porque está ya desbordando de una abundancia de bienes que vuestras bendiciones harán aparecer. Porque bendecir significa reconocer el bien infinito que forma parte integrante de la trama misma del universo. Ese bien lo único que espera es una señal vuestra para poder manifestarse.
 
 
Al cruzarnos con la gente por la calle, en el autobús, en vuestro lugar de trabajo, bendecid a todos. La paz de vuestra bendición será compañera de su camino, y el aura de su discreto perfume será una luz en su itinerario. Bendecid a los que os encontréis, derramad la bendición sobre su salud, su trabajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás.
 
Bendecidlos en sus bienes y en sus recursos.
 
Bendecidlos de todas las formas imaginables, porque esas bendiciones no solo esparcen las semillas de la curación, sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de vuestra propia vida.
 
Mientras paseáis, bendecid vuestra aldea o vuestra ciudad, bendecid a los que la gobiernan y a sus educadores, a sus enfermeras y a sus barrenderos, a sus sacerdotes y a sus prostitutas. En cuanto alguien os muestre la menor agresividad, cólera o falta de bondad, responded con una bendición silenciosa.
 
Bendecidlos totalmente, sinceramente, gozosamente, porque esas bendiciones son un escudo que los protege de la ignorancia de sus maldades, y cambia el rumbo de la flecha que os han disparado.
Bendecid significa desear y querer incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna el bien ilimitado—para los demás y para los acontecimientos de la vida–, haciéndolo aflorar de las fuentes más profundas y más íntimas de vuestro ser.
 
Esto significa venerar y considerar con total admiración lo que es siempre un don del Creador, sean cuales fueren las apariencias. Quién sea afectado por vuestra bendición es un ser privilegiado, consagrado, entero. Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en él con profundo reconocimiento, evocarle con gratitud. Significa además llamar a la felicidad para que venga sobre él, dado que nosotros no somos nunca la fuente de la bendición, sino simplemente los testigos gozosos de la abundancia de la vida.
 
Bendecirlo todo, bendecir a todos, sin discriminación alguna, es la forma suprema del don, porque aquellos a los que bendecís nunca sabrán de dónde vino aquel rayo de sol
que rasgó de pronto las nubes de su cielo, y vosotros raras veces seréis testigos de esa luz que ha iluminado su vida.
 
Cuando en vuestra jornada surja algún suceso inesperado que os desconcierte y eche por tierra vuestros planes, explotad en bendiciones, porque entonces la vida está a punto de enseñaros una lección, aunque su copa pueda parecernos amarga. Porque ese acontecimiento que creéis tan indeseable, de hecho lo habéis suscitado vosotros mismos para aprender la lección que se os escaparía si vacilaseis a la hora de bendecirlo. Las pruebas son otras tantas bendiciones ocultas. Y legiones de ángeles siguen sus huellas.
 
Bendecir significa reconocer una belleza omnipresente, oculta a los ojos materiales. Es activar la ley universal de la atracción que, desde el fondo del universo, traerá a vuestra vida exactamente lo que necesitáis en el momento presente para crecer, avanzar y llenar la copa de vuestro gozo.
 
Cuando paséis por delante de una cárcel, derramad la bendición sobre sus habitantes, sobre su inocencia y su libertad, sobre su bondad, sobre la pureza de su esencia íntima, sobre su perdón incondicional. Porque sólo se puede ser prisionero de la imagen que uno tiene de sí mismo, y un hombre libre puede andar sin cadenas por el patio de una prisión, lo mismo que los ciudadanos de un país libre pueden ser reclusos cuando el miedo se acurruca en su pensamiento.
 
Cuando paséis por delante de un hospital, bendecid a sus pacientes, derramad la bendición sobre la plenitud de su salud, porque incluso en su sufrimiento y en su enfermedad, esa plenitud está aguardando simplemente a ser descubierta. Y cuando veáis a alguien que sufre y llora o que da muestras de sentirse destrozado por la vida, bendecidlo en su vitalidad y en su gozo: porque los sentidos sólo presentan el revés del esplendor y de la perfección última que sólo el ojo interior puede percibir.
 
Es imposible bendecir y juzgar al mismo tiempo. Mantened en vosotros, por tanto, ese deseo de bendecir como una incesante resonancia interior y como una perpetua plegaria silenciosa, porque de ese modo seréis de esas personas que son artesanos de la paz, y un día descubriréis por todas partes el rostro mismo de Dios.
 
Y por encima de todo, no os olvidéis de bendecir a esa persona maravillosa, absolutamente bella en su verdadera naturaleza y tan digna de amor, que sois vosotros mismos.”
 
Del libro “El arte de bendecir” de Pierre Pradervand, Ed. Sal Terrae

miércoles, 22 de junio de 2016

Vientos de cambio

Vientos de cambios.
Vientos de cambios...
Vientos que traen nubes negras
que descargan agua,
agua de transmutación...
baila bajo la lluvia,
mójate, siéntela
cosas buenas deparará.

Esas nubes blancas,
cargadas de ilusiones, deseos, anhelos...
Mira sus formas, 
déjate llevar, sueña, idea...

El sol brilla aunque las nubes
negras lo tapen,
sabes que detrás está,
solo cierra los ojos, 
y en el tercero,
lo verás.
Siente su calor,
su abrazo ardiente, 
como el de un Ángel,
fraternal e incandescente.

El viento las nubes llevará,
y el sol de nuevo brillará.

Aunque creas que de frío puedes morir,
en lo profundo de tu alma
la esperanza asoma...
déjala salir,
alejará la sombra.
Las tinieblas se irán,
y tu sonrisa el mundo iluminará.

No es castigo, es aprendizaje.
No hay Luz sin Oscuridad.
Para que todo brille más,
la oscuridad, antes, todo lo ha de tapar.
En tus manos y sabiduría
está la claridad...
¡¡¡HAZ TU SOL BRILLAR!!! 

Ícaro.

MMAG-RA.
 

                                                                

miércoles, 8 de junio de 2016

Atrapado en combate...

Hoy quiero compartiros un testimonio muy especial para mí, tanto por lo que nos cuenta como por quién es el protagonista: para mí una persona excepcional. Gracias Gonzalo por permitirme compartir en este espacio tu testimonio de vida.

"Fue el 31 de octubre de 2013 cuando me diagnosticaron Parkinson o parkinsonismo, que yo no sabía bien lo que era. Lo único que sabía es que era algo malo. Lo que no sabía es que iba a cambiar mi vida por completo. Llevaba unos meses en los que me encontraba regular pero los análisis médicos me salían bien. Y me hacía gracia una frase que me contó alguien y que yo usaba con frecuencia: me gustaría estar como dicen mis análisis.

Pero bueno yo notaba algunas cosas desde antes de verano de 2013 pero no eran gran cosa: todavía me podía hacer el anillo ciclista de 60 y pico kilómetros y no veía problema. Pero me daba cuenta de que me había cambiado la letra, estaba lento, tenía que tumbar la bicicleta para poderme subir en ella y otros detalles menores. Por eso cuando el médico me dijo: hay que hacerte un tac para descartar que tengas Parkinson, pensé que no podía ser mi caso, que eso nunca me podía pasar a mi. Aluciné del todo cuando después de hacerme el tac el médico me dijo: tienes Parkinson o parkinsonismo, vas a vivir unos 10 años de vida más o menos normal, siempre que respondas bien a la medicación. Me pidió andar para verme y me dijo: Te veo un poco rígido y te inclinas hacia un lado. Cuando salí de la consulta, rompi a llorar y abrazando a mi mujer le dije que íbamos a salir adelante, que se lo íbamos a decir a los niños, y que nada podría con nosotros.
 
Pero sin embargo han pasado dos años y medio y las cosas no han sido fáciles.Voy a dejar de trabajar y a mi alrededor han cambiado muchas cosas. Estoy más torpe, me he caído alguna vez incluso por la escalera de casa, me cuesta hablar. Pero estoy contento dentro de lo que cabe.
Siempre me he acordado de las escenas finales de Casablanca, y en particular de sus diálogos. Me parece magnífica la escena en la que el gendarme francés es preguntado por Rick (Humphrey Bogart) que va a hacer, si se irá con los alemanes o se unirá a la resistencia francesa. El gendarme francés le contesta: No sé, personalmente me adaptaré a lo que venga.
 
Pues esa es la frase que hay que seguir. No importa lo que me ha pasado. Personalmente, me adaptaré a lo que venga.
 
Supongo que me ha costado mucho hacerme a la idea de la enfermedad. Pero en realidad éste ha sido un periodo que he podido hacer muchas cosas que no había hecho antes. Era tan vanidoso que en  un período de baja me dijo una amiga: aprovecha para hacer todo aquello que quieres hacer y que no has podido hacer hasta ahora y yo le contesté: no hay nada que quiera hacer porque todo lo que he querido hacer, lo he hecho.
 
Pero no es así, ahora me doy cuenta que todo lo que quería hacer no lo puedo hacer y que tengo que adaptarme a mis limitaciones. Puedo hacer muchas cosas, pero no puedo hacer otras. En vez de lamentarme con las que no puedo hacer tengo que concentrarme en las que pueda hacer. Partido a partido, como dice Simeone. Se puede. Estos dos años y medio por ejemplo he escrito muchísimos artículos, he publicado un libro, he coordinado otro, ¿qué más puedo hacer? Seguramente pensar más en los demás, pensar más en los que me rodean.
 
Una de las cosas que tiene padecer una enfermedad del sistema motor, una enfermedad que constituye una alteración del movimiento, es que estás bien de cabeza pero no estás bien de chasis, es decir en términos de un contrato de seguro estás bien de contenido pero no tanto de continente. Cuando estás sentado estás bien. Y tumbado mejor pero de pie te mareas y no sabes muy bien cómo estás. Te acuerdas de la frase de sir Winston Churchill que recordaba un día en la Tercera de ABC nuestro buen amigo sir (desde luego debiera serlo) Vicente López-Ibor por referencia a la teoría de la conservación de energía: decía Churchill que él estaba bien porque aplicaba siempre la teoría de la conservación de la energía, es decir, que se encontraba bien porque en cada momento estaba en la postura en la que menos energía consumía; si podía estar de pie o sentado estaba sentado; si podía estar sentado o tumbado estaba tumbado.
 
Puedes estar en casa haciendo de todo, puedes escribir, etc. etc. pero no puedes asistir a reuniones, hablar en público, etc. etc. no sabes cada día lo que te va a deparar el siguiente. No sabes si estarás bien.
 
En realidad las cosas han cambiado, antes los días eran completos, o estabas bien o estabas mal todo el día. Los días que tenía fiebre por ejemplo, estaba hecho unos zorros el día completo pero los días que amanecía bien pasaba un día bueno estupendo. Te  tienes que acostumbrar a vivir a ratos, cuando por la mañana estás bien no quiere decir que ese día vaya a ser bueno porque puede ocurrir que al cabo del rato te encuentres fatal. O al revés que te levantes mal y al rato te encuentres bien. Ahora no soy capaz de predecir cómo voy a estar más allá de tres horas.

A veces tienes la sensación de estar atrapado en un cuerpo que no es el tuyo y que no te deja salir. Cuando la cabeza va bien y el cuerpo no responde tienes la sensación de que tuya es la cabeza y que el cuerpo es un cuerpo ajeno, en el que estás alojado temporalmente pero que no te deja vivir. Son muchas las frustraciones por querer hacer algo y darte cuenta de que no puedes.  Recuerdo a Fabio Capello, que decía de Ronaldo el gordo, el del Madrid de hace años, que tenía un problema: que tenía una mente de 30 años y un cuerpo de 40, o un chiste que cuenta Carlos Herrera en la radio aunque refiriéndose probablemente a otra cosa, de una plegaria al señor, al que rezaba: señor señor, ya que me has quitado las fuerzas quítame también las ganas.

Pero eso tampoco es bueno, hay que mantener la ilusión por hacer las cosas que uno quiera hacer aunque no pueda, hay que seguir luchando por poder hacerlas un día. Yo por ejemplo me muero de ganas por volver a hacer el anillo ciclista de Madrid. No estoy seguro de si voy a volver a hacerlo pero desde luego voy a morirme de ganas por volver a hacerlo y voy a poner todos los medios para que eso sea posible. Hay que vivir de ilusiones. La ilusión -dicen- es lo último que se pierde. ¿Quien no ha comprado un billete de lotería y no ha estado convencido hasta la fecha del sorteo de que ese billete iba a ser el Premio gordo. Seguro que toca.dsa"