Coaching para todos

sábado, 31 de diciembre de 2016

2017


 
  
 No esperar nada
dejar que todo ocurra
renunciar a las expectativas

   y dejar que el 2017 nos sorprenda.

martes, 20 de diciembre de 2016

Feliz Navidad

Cuando un nuevo ser llega a nuestra familia, ¿qué hacemos? Nos alegramos, le damos la bienvenida, le hacemos regalos, lo celebramos.
 
 El próximo 24 celebramos el nacimiento del niño Jesús. ¿Qué podemos hacer para conectar con su energía, con la alegría de su nacimiento?
 
 Lo primero que tenemos que hacer es salir del ruido de estos días: comidas y cenas con empresas y amigos, compras diversas para cenas especiales, regalos, etc.
 
 Tenemos que encontrar un tiempo para nuestro silencio. Pues sólo si cesamos el ruido de nuestra mente podremos escuchar a nuestro corazón y conectar con nuestra niña interna. Debemos darle todo el protagonismo que el momento nos ofrece. Y solo silenciando nuestra mente podremos escuchar su guía, su alegría. Nos limpiará el dolor de nuestro corazón. Podremos llenarnos de paz y disfrutar de estos días en familia y con amigos, hablando, riendo, compartiendo los momentos, bailando, cantando. Solo así, haciendo el silencio, podremos vivir felices estos días y todos los demás.
 
 Ahora bien, dar sin recibir no produce equilibrio pero te has parado a preguntar ¿quién no te da? ¿Será que no te ofreces a ti misma esos momentos de conexión íntima?
 
 
 Recuerda, asimismo, que si queremos estar centrados, en equilibrio, debemos abandonar la crítica, el juicio. Debemos aceptar a cada persona tal y como es, con sus luces y sus sombras y eso nos incluye a nosotros mismos. Ahora es el momento también de celebrar la conexión con nuestro niño interno de forma que colaboren con la persona adulta en que nos hemos convertido. En otras palabras, amor y razón deben colaborar. Y escucharnos a nosotros mismos, a través de nuestro corazón, de nuestra guía interna, nos va a llenar de paz, de calma, de serenidad.
 
Divinidad en el cielo.
Comprensión en la tierra.
 
 
¡FELIZ NAVIDAD!


miércoles, 7 de diciembre de 2016

Ser feliz es irreal, no creíble y envidiado

           Si alguien es feliz, es sospechoso.
 
Se ha dicho que la felicidad es muy difícil de alcanzar o algo imposible. Y cuando alguien llega manifestando, asegurando y exhibiendo que es feliz, no se le cree, pues en lo que se cree es en la infelicidad.

 
Una persona que llega a ser feliz es tremendamente envidiada. Llega, por tanto, el pecado capital –la envidia–, la moneda que impera en este mercado mundial que sufre la inflación de la codicia.

A partir de ahí, se inicia el ataque a quien posee la felicidad. Se procura su destrucción. Los ataques suelen ser viles, queriendo socavar el tesoro que no se posee.

¿Se consigue algo? La mayor parte de las veces, lo irracional, dado que a la felicidad nada la puede destruir. Quien realiza la merma sólo consigue mermarse.

En todo caso, quien ya es feliz sólo recibe la insolidaridad, el vacío, la crítica, el menosprecio...; pero le resbalan, no le afectan.

Y los depravados persisten una y otra vez en sus renovadas lanzadas. No pueden ver la felicidad a su alrededor, porque constituye la prueba de que es algo factible que ellos no pueden tener. La felicidad del otro desmonta su creencia y convicción de que la felicidad es inviable. Les rompe sus principios obsoletos, que se empeñan en mantener esperando que todos sean iguales que ellos. Esto es: infelices.

Si tú eres una de esas personas felices entiendes bien lo que he querido decir. 
 

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Autor: Deéelij
Fuente: De su libro Alas sin plumas (Ediciones Ende, 2016):