jueves, 3 de diciembre de 2015

Al otro lado del tiempo

DESPUÉS DE UNAS SEMANAS, YO SABIA lo obvio. No iba a resolver mi examen con prepotencia, golpeándolo ni implorándole que hiciera algo a lo que se oponía. Apareció la pregunta: ¿era posible que la búsqueda de una traba efectiva para la portezuela me hubiera hecho perder la cordura? Esa fantasía era un callejón sin salida, ¿cómo iba a saberlo?

Como último recurso, en las raras ocasiones en que las cosas no marchan bien para mí, arrastro mi saco de dormir hasta el Cub, pongo en marcha el motor, vuelo por sobre un horizonte hacia el crepúsculo y aterrizo en una pradera para pasar la noche. Entonces contemplo el cielo, atento el oído a las voces de amigos que no puedo ver.

A veces la única manera de triunfar es rendirse. Y rendido me tendí en la hierba, bajo el ala de mi pequeño bote aéreo, interrogando a las estrellas.

–Si he de entender lo que me está sucediendo –susurré hacia Arturo–, muéstrenme lo que debo saber. No comprendo cuál es el próximo paso. Es de ustedes. Lo dejo ir. Una levísima brisa susurró a su vez, viento entre hierba que suspiraba desde hacía un millar de años.

–Déjalo ir.

Al otro lado del tiempo - Richard Bach

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