Parecía
ser un águila como aquellas que se posan de
pico
en pico con su majestuoso vuelo.
El
diamante iluminaba su camino.
Debajo
una extensa estela llenaba de luz-amor todo
a su
alrededor.
Ya
que de la mano de su primer maestro abrió el corazón de par en par.
Cumplió
la primera etapa. La que esperó ansioso.
Esa
ansia nacida de la certeza de estar en el camino.
Aquel
camino que le corresponde. El suyo propio.
Con
todos los matices que le pertenecen, por derecho
propio,
al haber dado el “sí, acepto”.
No era
una imitación. No era un seguir a otros.
La
realidad lo envolvió. El manto lo abrigó. La luz le
dio
su primer resplandor. Y nació, nació en su misión.
La
realización hacia la verdad.
Ahora
le corresponde la transición a su segundo y
último
maestro: él mismo.
El
viaje que comienza ahora es en el eterno presente.
Ya no
tiene pasado ni futuro.
Él
ahora es la única manifestación.
La
unidad es inquebrantable.
Ya no
espera. Sólo vive. Vive en la eterna creación
de sí
mismo. La realización de su propia maestría.
Todo
está conectado. Sabe y siente que cada hecho,
es por
sí mismo, parte integral de sí.
Se
entrega completo, total y profundo.
Todo
es crecimiento. Todo es aprendizaje.
Todo es creación.
Encontré este poema navegando por la red.
Desconozco el autor.
He querido compartirlo porque me siento absolutamente identificada. Palabra por palabra.
Gracias infinitas a quién corresponda.