"El corazón es nuestro jardín y, acompañando cada acto,
existe una intención que se planta como una semilla.
Podemos utilizar una navaja afilada para cortar a alguien,
y si nuestra intención es la de dañar, seremos unos asesinos.
Podemos llevar a cabo un acto casi idéntico pero,
si somos unos cirujanos,
la intención es la de curar y salvar una vida.
El acto es el mismo, pero dependiendo de nuestro propósito e intención,
puede ser un acto terrible o compasivo."
Estamos impelidos a actuar día y noche, solos o en comunidad, en circunstancias maravillosas o frente a dificultades. ¿Cómo podemos poner en práctica nuestra comprensión interna y cómo podemos saber cuando nuestros actos son sabios? La clave a una acción sabía es la comprensión del karma.
Karma se ha convertido en una palabra común de nuestro lenguaje. Existen muchos ejemplos de ello. Decimos: "Es su karma" o "Ha recibido su karma". He llegado a escuchar un anuncio en la radio de un vendedor de coches, que vendía coches a bajo precio en Berkeley la temporada pasada porque, según él, era su karma y: "Es vuestro karma venir y conseguir una de estas gangas". Un diario local incluso anunciaba un servicio de 15.95$ para asegurar un karma mejor y más dinero en la próxima vida. "La Garantía de Reencarnación en la Próxima Vida" (Fortuna Garantizada o Le Devolvemos el Dinero). Este es el grado en el que la idea y uso de la palabra karma se han deteriorado en nuestra cultura.
El Avatamsaka Sutra es el texto budista que describe las leyes que gobiernan los miles de posibles ámbitos del universo; ámbitos de placer y ámbitos de dolor, ámbitos creados por el fuego, por el agua, por el metal, por las nubes o, incluso, por flores. Cada universo, nos dice el sutra, sigue las mismas leyes básicas: en cada uno de estos ámbitos, si plantas una semilla de mango, obtenemos un árbol de mango; si plantamos una semilla de manzana, obtenemos un manzano. Es así en cada ámbito existente en el mundo de los fenómenos creativos.
La ley del karma describe el modo en que la causa y el efecto gobiernan los patrones que se repiten a lo largo de toda la vida. El karma significa que surge por si solo. Cada experiencia está condicionada por lo que la precede. Por lo tanto, nuestra vida está constituida por una serie de patrones interrelacionados. Los budistas dicen que comprenderlo es suficiente para vivir en el mundo de un modo sabio.
El karma existe en muchos niveles distintos. Sus patrones gobiernan las grandes formas del universo, como las fuerzas gravitatorias de las galaxias, y lo más pequeño, los modos sutiles en que nuestras elecciones humanas afectan a nuestro estado mental, de instante en instante. A nivel de la vida física, por ejemplo, si uno contempla un roble, podemos ver un "roble" que se manifiesta en distintas fases de patrones vitales. En una fase del patrón de roble, un roble existe como bellota; en una fase posterior, crece como vástago, en otra fase, como árbol grande, y en otra, como bellota verde que crece como árbol grande. Hablando en propiedad, no existe algo como un "roble" definitivo. Existe únicamente el patrón de roble, mediante el que ciertos elementos siguen la ley cíclica del karma: una combinación específica de agua, minerales y energía solar que lo transforma, una y otra vez, de bellota a vástago, hasta árbol grande.
Las tendencias y hábitos de nuestra mente son patrones kármicos semejantes que repetimos una y otra vez, como en el caso de la bellota y el roble. Cuando Buda se refería a esto, preguntaba: "¿Qué creéis que es mayor, la montaña más alta de la tierra o el montón de huesos que representa las vidas que habéis vivido, una y otra vez, en cada ámbito gobernado por los patrones de vuestro propio karma? Mayor es, amigos, el montón de huesos que la montaña más alta de la tierra."
Vivimos en un mar de patrones condicionantes que repetimos una y otra vez, pero muy pocas veces somos conscientes del proceso. Podemos comprender el funcionamiento del karma en nuestras vidas más claramente, observando dicho proceso de causa y efecto en nuestras actividades corrientes y observando como los patrones repetitivos de nuestra propia mente afectan a nuestro comportamiento. Por ejemplo, al haber nacido en cierta cultura en una época dada, aprendemos ciertos patrones hábito. Si nacemos en una taciturna cultura de pescadores, aprendemos a ser silenciosos. Si crecemos en una cultura mediterránea más expresiva, podemos expresar nuestros sentimientos con gestos y hablando alto. Nuestro karma social –condicionamiento paterno, escolar y lingüístico– crea patrones completos de consciencia, que determinan el modo en que experimentamos la realidad y el modo en que nos expresamos.
del libro "Camino con corazón" de Jack Kornfield
del libro "Camino con corazón" de Jack Kornfield