Contigo me sentí pequeño y me gustó. Encontré al niño que
habita dentro de mí. Estaba agazapado, asustado. Me acompañaste a tenderle la
mano y a darle la confianza y protección que se merece. Notó calor, afecto,
cariño y tardó poco en salir de aquella cueva oscura en la que tantos años pasó
sin comprender el rechazo sufrido.
Descubrí el maravilloso poder de la humildad. Saber que no
debía salvar a nadie me lleno de alegría. Desde esa humildad me mostraste la
luz tantas veces solicitada. Y lo hiciste a lo grande, de manera espectacular
para que no me quedaran dudas. Aún recuerdo el escalofrío recorriendo todo mi
cuerpo y mis lágrimas al descubrir lo equivocado que estaba. Una a una,
encajaste cada pieza de lo vivido y en segundos me brindaste el regalo de
rememorar todas las señales mandadas. Nunca lo olvidaré.
Me susurraste al oído dulces voces de paz, regalos envueltos
en papel dibujados de tranquilidad, paciencia y comprensión. Los latidos de mi
corazón acompasaron el ritmo que marcabas. Recurrí a ti buscando parar y lo
encontré.
Mis pies se enraizaron en un suelo anteriormente pisado,
maltratado. Ahora, ahorro mis pasos. Cada paso que doy tiene un sentido, un
para qué y lo disfruto. Noto cada huella que dejo en él y siento que algo mío
se queda en ella.
Mis emociones hace unos años encontraron el espacio para
dispararse, mezclarse y jugar mientras gritan, lloran, ríen, entristecen,… Tú,
me has certificado que ese trabajo está bien hecho, ahora toca mantenerlo.
Hoy veo, no miro. Fue un dolor que abrió la puerta a una
habitación oculta, mágica. Lugar en la que todo es posible, solo basta
imaginarlo para que ocurra. Y lo que veo me gusta. El camino es largo, lleno de
curvas y desniveles. En él aparecen compañeros que me brindan su apoyo;
mientras otros se mantienen ocultos esperando no ser descubiertos.
Me has regalado al mejor amigo que una persona puede tener.
Me cuida, me mima, me regaña,… Pero por encima de todo, me regala momentos que
nunca pensé vivir. Sensaciones que pensaba no existían. Lágrimas de felicidad
con ese calambrito que me estremece de arriba abajo y hace que me sienta vivo.
Vivo más que nunca. Cada día es una ilusión renovada. Mensajes que me animan a
seguir, a tener claro el juego y sus reglas.
Siempre estuviste ahí. Esperaste como lo hacen los padres,
sabiendo que me acercaría a ti en el momento que te necesitara. Ese día, me
regalaste una sonrisa y me acogiste con la calidez de tus brazos. Me
acompañaste y me llevé una caja llena de amor sin condiciones.
Solamente, había que esperar el momento. Ahora se abren
nuevas puertas que me invitan a ser abiertas. Sin saber lo que encontraré, me
dejo llevar por la curiosidad de mi niño, ante lo desconocido.
Siempre te estaré agradecido.
(El autor ha pedido publicar como Anónimo).
Para tí, para persona que ha compartido contigo, con nosotros los cursos, !!!GRACIAS!!!
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