¿Podemos así todos tener acceso a
nuestro Libro del Alma?
¿Podemos también acceder al de otros?
Sí, pero con
ciertas salvedades.
Aunque es cierto que el acceso es mucho más sencillo ahora que
en épocas pasadas, cabe decir que lograr leer los registros es algo serio. La persona
debe estar preparada y lo más aconsejable es que tenga formación en otras materias antes de adentrarse en este ámbito.
Así pues, contar con cierta base metafísica, estar acostumbrado a la meditación
e incluso cierta práctica en canalización pueden ser los requisitos no escritos, pero muy recomendables
antes de iniciarse en el arte de leer registros. La mayoría de lectores de
registros han sido tradicionalmente reconocidos médiums y acceder a los
registros es, en cierto modo, un ejercicio de canalización.
La información procede de otro
plano, uno superior, denominado monádico y desde allí, ayudados, recibimos respuesta a aquello sobre
lo que preguntamos. La información puede llegarnos de forma visual (como suele
suceder en una regresión) pero también por otras vías (uso de péndulo,
telepatía, escritura automática).
En función de la escuela o
maestro, encontraremos distintos métodos para el acceso. Los más comunes suelen
ser una meditación de acceso que sirve como ‘sintonización’ inicial, de modo
similar a las que se reciben en Reiki y, en el caso de los métodos más
popularizados, unas oraciones sagradas que nos sirven tanto para ‘acceder’ como
para ‘abandonar’ la conexión a dichos registros. Este es el método que yo utilizo, el de la Oración Sagrada, y que procede de un español, Juan Prochaska.
En cualquiera de los casos, sólo
si nuestro fin es el adecuado y es conveniente para nuestro crecimiento en ese
momento, tendremos acceso a la información que necesitemos en ese momento y quizá
eso implique no saber las respuestas a todo lo que preguntamos. En este punto
es fundamental saber que nunca se podrán abrir los registros de una persona sin
su expreso permiso (no recibiremos información o tal vez sea equivocada).
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